Peña, situado en la frontera
navarro-aragonesa, no dejaría de ser el típico despoblado
de los muchos que existen sobre la península ibérica, si no
fuera por las curiosas historias que allí han acontecido.
Conocido por ser uno
de los despoblados más bellos e inquietantes de Navarra, Peña tuvo
la función de control fronterizo y atalaya frente al reino de
Aragón. Previamente, Sancho el Mayor levantó aquí un castillo en el
siglo XII para defender Navarra frente al Islam. Se dice que
los árabes llegaron a entrar en Peña pero no consiguieron
conquistar nunca su fortaleza inexpugnable. En 1434, Juan II lo donó a Beltrán de
Ezpeleta y pasó a ser señorío. Para entonces habían terminado
las hostilidades con Aragón y ya no era tan importante la defensa, por lo
que sus murallas fueron desmontadas y reutilizadas para construir las casas que
actualmente se encuentran en ruinas.
Después del
castillo, cuya torre fue desmontada en el siglo XVI, el edificio más antiguo es
la iglesia, dedicada a San Martín de Tours. Este templo se
construyó entre los siglos XII y XIII a partir de una torre de vigilancia.
Bajo este edificio, se encontraba uno de los dos accesos principales al
interior del recinto amurallado. El otro era la actual salida del Atajo.
En la primera mitad de este siglo, aun vivían un
centenar de personas dedicadas a la ganadería y a la
agricultura. El bosque ofrecía además caza y leña para completar las
necesidades domesticas de los lugareños, en su mayoría empleados
de los propietarios del viejo señorío. El pueblo fue abandonado
finalmente en 1955, pasando a vivir las personas que aun quedaban a Torre de
Peña, a cuatro Kilómetros del despoblado.
EL ERMITAÑO
Diez años después del abandono del antiguo pueblo, un monje de origen belga pidió permiso para vivir allí en soledad como un ermitaño. Allí permaneció el fraile dominico durante varios años sin agua y sin luz, como guardián espiritual de aquel lugar. El monje solía dejar un pañuelo atado a la ventana cuando necesitaba algo y el guarda le hacia el mandado, ya que el solo bajaba una vez al año. Así estuvo varios años hasta que debido a su edad y a un accidente que tuvo, le aconsejaron abandonar el pueblo.
LA TUMBA DEL CAPITÁN
El día 11 de Noviembre de 1943, el capitán Walker y su copiloto Crow, sobrevolaban el sur de Francia con su avión Mosquito cuando fueron alcanzados por baterías antiaéreas alemanas en la zona de Toulous. Walker decidió entonces sobrepasar los Pirineos y aterrizar en las llanuras del valle del Ebro en España, zona neutral en la Segunda Guerra Mundial.
Ya casi alcanzado su objetivo, el avión se incendio y tuvieron que saltar. Primero lo hizo el copiloto, Crow, que cayó en SOS del Rey Católico, y se salvó; luego saltó Walker, con tan mala suerte que su paracaídas se enganchó con la cola del avión y fue arrastrado hasta estrellarse en las cercanías de Peña.
Los vecinos de Peña, que honraban ese día a su patrón San Martín, vieron todo al salir de la iglesia. Inmediatamente fueron al lugar del accidente y no pudieron mas que dar cristiana sepultura al cadáver del comandante ingles en el cementerio de la localidad, donde descansa desde entonces.
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